Aitor Lagunas. Viernes 26 de Septiembre de 2025. 16:57h.
Santander, 28 de septiembre de 1975. Dos jugadores se abrazan en un rincón del viejo Sardinero. Parecen conjurarse antes del Racing-Elche. En realidad están a punto de manifestarse contra la dictadura.

Este año se cumplen 50 años de la muerte del dictador. Para dejarlo todo atado y bien atado, Su Excelencia apretó el nudo hasta el final: cinco fusilamientos en septiembre de 1975 fueron su macabra despedida. La sociedad protestó. La comunidad internacional se indignó. Y el fútbol… el fútbol calló. Solo dos jugadores del Racing se atrevieron a desafiar la connivencia con el régimen. Este texto, publicado en el número 46 de la revista Panenka, recordaba en 2015 a los protagonistas de aquel gesto.
Sergio Manzanera tiene 65 años y una clínica dental en Valencia, en la que trabaja con su hijo. Habla de forma pausada y sin asomo de vanidad. Tanto que parece relatar de forma rutinaria un empaste o la extracción de una muela cuando en realidad explica algo para lo que se necesita mucho más valor: cómo se salta a un estadio de Primera División para retar ante varios miles de personas a una dictadura agonizante aunque todavía asesina.
Han pasado 40 años pero Sergio recuerda perfectamente dónde y con quién pasó la noche del 27 de septiembre de 1975: en una habitación del hotel Rhin de Santander, junto a su compañero en el Racing Aitor Agirre. Valenciano de izquierdas uno y nacionalista vasco el otro, se reúnen en torno a un transistor. Captan la débil señal de Radio Pirenaica, la emisora antifranquista que, a pesar de su nombre, opera desde Rumanía.Y descubren cómo el mundo se indigna ante los fusilamientos que esa misma mañana han acabado con la vida de cinco jóvenes, juzgados de forma sumaria sin ninguna garantía. Hasta el Papa Pablo VI ha pedido clemencia con los dos miembros de ETA y los tres del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). “Cuando escuchamos la noticia, nos sentimos en la obligación moral de hacer algo”. En la habitación hay una tercera persona: el navarro José María Errandonea. Los tres deciden que en unas horas saltarán al Racing-Elche con brazaletes negros. “Un acto a favor de la democracia y en contra de la pena de muerte”, describe Sergio.
El domingo 28, mientras el presidente de México solicita la expulsión de España de la ONU y las protestas contra los fusilamientos recorren las principales capitales europeas, Aitor Agirre y Sergio Manzanera se abrazan en un rincón del vestuario del viejo Sardinero. Uno al otro se anudan un cordón negro en la manga izquierda. Nadie les ve. “Al saltar al campo algún compañero sí que nos dijo que nos lo quitáramos, que la íbamos a liar”. Errandonea no juega. Desde el banquillo contempla cómo sus dos colegas se entienden también en lo puramente deportivo: Sergio se interna por la banda izquierda -dónde si no- y centra para que remate Aitor. El gol de los disidentes.
Parece que nadie repara en los brazaletes, pero sólo lo parece. Unos ‘grises’ aguardan en el túnel de vestuarios. En el descanso les comunican que o se quitan los cordones o quedan detenidos. Aitor y Sergio acceden y vuelven al campo. El Racing acaba venciendo 2-1. “Hicimos de tripas corazón y salimos a jugar. Afortunadamente ganamos, porque si no la prensa nos habría echado la caballería encima”.
Al día siguiente, ambos jugadores tienen que presentarse en comisaría. Declaran haber lucido el brazalete en memoria de un expresidente del Racing recientemente fallecido. “Supongo que no se lo creyeron, claro. Salimos como pudimos del embrollo”. Les cae una multa de 100.000 pesetas, el equivalente a un mes de ficha y la mitad de lo que en 1975 cuesta en un concesionario un coche de gama media. No tardan en llegar otras consecuencias: la extrema derecha les amenaza de muerte. Aitor envía a su mujer e hijos a Euskadi, por si acaso. Sergio, aún soltero, duerme alguna noche en casa de Agirre. “Si vienen a tu casa, no es lo mismo que te pillen solo que con alguien más”.
El mundo del fútbol les da la espalda. “Supongo que a algún jugador le parecería bien lo que hicimos. También supongo que a muchos les parecería muy mal”. Nadie les apoya en público. En privado, sólo algunos futbolistas del Athletic Club y la Real Sociedad. “A veces se me acercaban en un córner, o en el saque de una falta, y me daban las gracias por el gesto”.
Dos meses después Franco muere en la cama, por unos problemas coronarios que habían arrancado en el verano de 1974 con una tromboflebitis -según los médicos, debida a sus largas sesiones ante el televisor siguiendo el Mundial de Alemania Occidental-. “Yo no celebré el 20-N, pero tampoco lo viví con pena, por supuesto”, evoca Sergio, que sigue sin darle trascendencia a los cordones más dignos de la historia de nuestro fútbol. “Simplemente todo me coincidió. Sin esos compañeros, ese contexto, igual no lo habría hecho”.
Y sin embargo, lo hizo.
Fuente: https://open.substack.com/pub/brazaletenegro/p/cordones-negros-contra-franco?r=5ww6pi&utm_medium=ios
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